29 de septiembre de 2010
(Puedes revisar el relato del primer día del viaje aquí, y aquí el del segundo día)
(Puedes revisar el relato del primer día del viaje aquí, y aquí el del segundo día)
Buenos días Nurburgo. Nos despertamos en el hotel Am Tiergarten de la familia Schmitz viendo por la ventana la curva Am Tiergarten del Nordschleife, relativamente temprano para pillar el desayuno buffet, que acababa a las 10 de la mañana. Descansados de la paliza Le Mans – Nurburgo de la noche anterior, los nervios empezaban a notarse durante toda la jornada matutina.
Cogíamos fuerzas con el copioso desayuno, y decidíamos quedarnos por las inmediaciones de Nurburgo y Adenau, para descubrir el entorno, las carreteras y demás.
Pero lo primero que hacíamos justo después de desayunar era acercarnos a la entrada del Nordschleife, para comprobar que la hora de apertura del circuito al público era la que pensábamos: las cinco de la tarde. Allí descubríamos el ambiente de aficionados que ya se congregaban en las inmediaciones con clásicos de todos los tipos (ese mismo fin de semana iba a ser la concentración de clásicos de Eifel).
De hecho, en el hotel nos encontrábamos un magnífico Ferrari 250 GT California Spyder descapotable. Después de intercambiar varios cumplidos con el dueño, él nos indicaba al pequeño Abarth y nos decía “este también es un buen coche, sin duda”.
El clima no era todo lo propicio que uno hubiera querido para su estreno en el Nordschleife. Llovía y había bastante niebla, pero poco a poco la cosa se recuperaba, augurando una tarde lo suficientemente seca y clara como para intentar no tener sustos en el mítico trazado del infierno verde.
Paseando por los alrededores uno se da cuenta de lo curioso que es Nurburgo. Es un pueblo muy muy pequeño, en el que se vive al 100% del circuito, con hoteles, pensiones y bares completamente dedicados.
Adenau es el pueblo importante más cercano, a unos nueve kilómetros, y allí es donde acabábamos mediada la mañana. Por el camino nos cruzábamos por el puente de Adenauer Frost, donde capturábamos unas instantáneas y disfrutábamos del Nissan GT-R en versión 2011 en plena jornada de pruebas intentando cazar el nuevo récord para coches de producción.
Ya entonces nos impresionaban los enormes desniveles de la pista. En videojuego, en foto, en vídeo... Nada te prepara para lo que se ve en vivo. Las cuestas tienen pendientes nunca antes vistas para mí en un circuito. Y hazme caso, he conducido ya en un gran puñado. Pero esto ya prometía ser otra historia.
Entre los aullidos y murmullos de los motores de los GT-R, llegábamos al centro de Adenau, y comenzábamos a pasear por las calles. Es un pueblo con un encanto típico alemán único. Es pintoresco, con sus casas de principios del siglo XX.
No hay nada parecido en el centro o en el sur de Europa, y sólo el hecho de visitar esa parte de Alemania merece la pena para ir de viaje, aunque el circuito sea nuestra principal atracción.
A lo largo de toda la mañana lo que se dejaba notar, y mucho, era la tensión y los nervios. Te tiras toda la vida soñando con rodar en el Nürburgring, giras tropecientasmil vueltas en videoconsola, conoces su historia, su localización, lo has visto mil y una veces en el ordenador, en la tele... Pero por eso mismo, los nervios crecen cada vez más. No tenía otra intención que disfrutar, pasarlo bien, hacerlo bien, y sobre todo, no causar ni padecer ningún accidente estúpido por ir más allá de la lógica. A fin de cuentas, los coches con los que iba a compartir pista me superaban por potencia, me superaban por chasis, y sus pilotos, probablemente o con seguridad, me sobrepasaban en experiencia. Vale, no es lo mismo llegar al Nordschleife sin tener idea de nada que en mi situación de piloto profesional, pero al final tienes esas hormiguillas estomacales que, ahora que lo pienso, me recuerdan a las que sientes cuando estas esperando en una cita a la chica de tus sueños, por miedo a decir algo inapropiado.
Como en ese caso, la oportunidad es única, y tienes que hacerlo todo bien si quieres salir airoso. Sabes que puedes hacerlo, pero lo importante no es saberlo, sino hacerlo...
Así que con tanta tensión se nos quitaban hasta las ganas de hacer... el tonto.
Seguíamos vagando de un lado a otro por las carreteras de montaña que rodean el circuito, y en uno de esos instantes veía un Audi TTS aparcado en una especie de saliente de la carretera. Su color chillón me hacía pensar en un fotógrafo espía, así que sin pensarlo demasiado, paraba el coche en seco, y aparcábamos a su vera.
Tras andar unas buenas centenas de metros por un camino más o menos lógico nos encontrábamos con el circuito. Pero no había manera de ver una curva, pues estabamos en la recta principal. Así que Sergio, que para estas cosas no conoce el término “prohibido pasar” o “eso es un camino de tierra, no te metas por ahí”, comenzaba su paseo campo a través que nos acabaría por llevar al minikarusell unos cuantos minutos después (andamos algo así como dos kilómetros y pico).
Había merecido la pena, y eso que subir, bajar cuestas y pisar barro no son lo más divertido para una mañana cualquiera, pero habíamos dado con unas vistas increíbles del circuito (como puedes comprobar tu mismo en las fotos y en el vídeo).
Desafortunadamente, para cuando llegábamos a esa zona del circuito la gente de Nissan había parado para comer, así que no pudimos disfrutar del GT-R en la curva.
Como había que comer relativamente pronto para evitar echarlo todo después de dar la vuelta al circuito por la tarde, nos volvíamos rápidamente al coche, y poníamos rumbo al puente de Adenauer Frost para comer en el Devil's Corner, un restaurante de comida rápida muy atractivo, en el que puedes disfrutar de una hamburguesa por menos de tres euros, y aún así siendo de calidad, no de plástico.
Es un lugar de encuentro para aficionados, al lado de uno de los muchos hoteles del circuito donde se alojan los frikis que como nosotros viajan hasta allí para dar una vuelta en “la meca automovilística mundial”.
Mientras comíamos, compartíamos local con un ruso propietario de un Porsche 911 GT3 RS azul (que por la tarde veríamos muy muy cerca...), una pareja que se bajaba de un precioso Elise amarillo, y muchos moteros. ¡Y eso que era un día entre semana!
Después de rellenar el estómago, también rellenábamos el depósito de Turbotín, “con caldo de la máxima calidad”, gasolina de 102 octanos cortesía de una de las múltiples gasolineras que rodean el circuito con ese octanaje. Si la corrección automética del avance de la ECU funciona apropiadamente, con una gasolina de más octanaje puedes ganar algo de prestaciones, prácticamente imperceptibles, pero algo es algo.
Con el depósito lleno y la tripa saciada, decidíamos ir a hacer tiempo a la habitación del hotel mientras se acercaban las cinco de la tarde.
Con la tensión, y sin mucho más que hacer, Sergi se echaba la siesta mientras yo perdía el tiempo dando vueltas al Nordschleife con una PSP para intentar repasar las curvas...
Entre tanto, también sacaba tiempo para echar un ojo al ordenador y ver la que Lotus estaba liando en el Salón de París, con Alberto, de Autoblog, alucinando tanto o más que yo en la capital francesa.
16:30, hora de salir hacia la entrada del circuito. Llegamos y aparcamos a Turbotín en el parking de circuito más fotografiado del mundo, probablemente. Nos bajamos del coche, compramos el pase para 4 vueltas, y nos acercamos a la valla.
Allí disfrutamos del pasar de los GT-R a toda mecha mientras siguen intentando machacar una y otra vez el récord de la pista. Un rápido vistazo al cronómetro desvela un tiempo sobre los siete minutos y veinte segundos. Ver para creer.
Seguimos paseando por el párking y la presión sanguínea de un servidor sube por momentos a medida que voy descubriendo que todos los coches, o prácticamente todos los que se disponen a tomar parte de la tanda de vueltas que está a punto de comenzar, son más rápidos que el Abarth 500, tanto por potencia pura como por medios.
Además había un evento Lotus esa semana, así que estaba todo lleno de Evoras, Elises, Exiges... Y luego coches de track day alquilados, con barras de protección en caso de vuelco y neumáticos semi-slick.
Entre todo este panorama nos encontrábamos a un inglés residente en España con un Nissan GT-R matriculado en Barcelona. Nos acercábamos e intercambiabamos con él unas palabras. Un señor muy simpático que además nos mostraba con orgullo el colector de admisión de su Godzilla firmado por mr. Mizuno.
Nos emplazaba a estar atentos, pues se podría sacar más información de la gente de Nissan ese mismo día y los siguientes si sabíamos a quién preguntar y dónde movernos, cosa que haríamos y que daría por resultado una serie de filtraciones que acabarían apareciendo en Autoblog a nuestra vuelta del viaje.
Los minutos parecían horas, pero poco a poco se iba acercando el momento de saltar a pista. Así que nos dirigíamos de vuelta al Abarth para arrancarlo y que tomara la temperatura adecuada.
El corazón ya late descontrolado, suena la bocina de que se abre el circuito, y comienza una lenta comitiva hacia la entrada de la pista. Las barreras se van abriendo y cerrando al paso de los coches, y nosotros contemplamos cómo estamos rodeados por varios Elise, Exige, Golf Gti, BMW M3...
“Me van a pasar por todos lados”, pensé... ¿sería así? Te lo seguiremos contando, ¡que no nos cabe todo en un artículo!
¡¿Parte 1!? Esto no se hace por Dios!! jajajaja Esperando ya a la 2ª parte...
ResponderEliminarEsta publicada media hora después, jejejejeje
ResponderEliminarEs que no me cabía todo en una!!
Jajajajaja ya ya, y yo temiendome una espera de otra semana... jajaja
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